sábado, 20 de junio de 2009

Esta ese instante en el que no tienen nada que verdaderamente los comprometa. Entonces pueden hablar libremente porque aunque sean apenas un poco más que completos anónimos que se acaban de cruzar, no se deben nada uno a otro. Por lo menos cuando un tercero les pregunte sobre el otro, pueden decir que se conocen y de alguna forma u otra, podrán saludarse o cruzar una simple conversación… El único detalle con el que no cuentan es que, sin querer, ya perdieron eso de “no nos debemos nada”. Y aquella noche en la que no tenían nada que hacer, en algún momento va a amanecer y la realidad habrá cambiado... ¿A quien le podemos echar la culpa? Nunca sabremos.

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