jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuando se llega a fin de año me gusta recapitular, volver a olfatear cada vivencia y exprimirla. Sacar de ella, lo mejor y lo peor. Aprender. Quedarse con algo, dirían algunos. Durante el 2010 las alegrías fueron innumerables pero hubo caídas dolorosas, de esas que levantarse es sumamente costoso. Sin embargo esas caídas me ayudaron a fortalecer mi ego y mi mente. Una y otra vez me dijeron que no iba a poder, que era demasiado, que no tenía la fuerza suficiente, y fueron exactamente esas palabras las que me ayudaron a la revolución, la que me llevó a un cambio increíble, a un avanzo inimaginable y a obtener unas buenas vibras de los mismos que me dijeron que no iba a poder. Gracias a ese "no vas a poder" conseguí más de lo que esperaba. Pero más allá de que otros lo hayan notado, descubrí que tengo esa fuerza interior necesaria para llevar a cabo lo que sea que me proponga. Este dosmildiez me mostró una faceta de mi misma que desconocía, y eso está bueno. Conocerse cada día un poco más. Los desafíos nos hacen crecer. Ir más alto, superarme, fortalecerme (mentalmente) eso busco. Y si hoy me preguntas ¿qué querés para el 2011? Pienso en realizarme un poco más como persona. Seguir creciendo, explorando cosas de mí misma que, posiblemente, desconozco. Ir más allá de lo visible a los ojos. Aprender a posicionarme en donde debo y quiero estar. Aprender a dejar fluir un poco más. "Embrollarme" (diría mi abuela) en nada que me haga "retroceder" como mujer. Dar lo máximo. Pero por sobre todos los deseos y metas que me propongo para este 2011, principalmente, me propongo mantener a los pilares de mi vida, cerca mío.

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